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Entrevista a Ignacio Tapia de Oliva Surf

Oliva Surf es una de las escuelas náuticas más reconocidas de España, con más de 30 años de trayectoria ofreciendo experiencias deportivas únicas junto al mar. Fundada en 1992,  la escuela ha evolucionado hasta convertirse en un auténtico referente nacional. Gracias a la calidad de sus instalaciones —ubicadas a escasos metros de una de las playas más salvajes y bonitas de la Comunidad Valenciana—, y a su equipo de instructores, entre los que se encuentran campeones nacionales y especialistas en todas las disciplinas, Oliva Surf ofrece un campamento náutico exclusivo. 

¨A día de hoy, somos la primera escuela homologada por la Federación Valenciana de Vela, y una de las más grandes de España¨

Hoy hablamos con su fundador, Ignacio Tapia, para conocer más de cerca la historia, la filosofía y el día a día de este proyecto.

¿Puedes presentarte y explicar tu rol en el campamento?

Yo soy Ignacio Tapia, licenciado en Educación Física. Desde 1992 soy también instructor de vela y windsurf, así cómo técnico deportivo. En este mismo año, se funda la escuela Oliva Surf.  En aquellos tiempos lo que se hacía era alquilar el alojamiento y contratar la restauración pero con los años, hemos creado un producto completo.

Durante este tiempo, nuestro equipo se ha ido profesionalizando y ahora contamos con auténticos referentes nacionales como instructores: campeones de kite surf, del Circuito Mediterráneo de paddle surf… En cada disciplina tenemos a los mejores profesionales. A día de hoy, somos la primera escuela homologada por la Federación Valenciana de Vela, y una de las más grandes de España, tanto en volumen de alumnos como en licencias.

En un momento determinado nos dimos cuenta de que los alojamientos que se ofrecen en España para grupos escolares no eran adecuados ya que no garantizan la seguridad de los alumnos. Por eso decidimos dar un paso más: primero alquilamos nuestras instalaciones, luego compramos inmuebles entre los años 2000 y 2008, y finalmente decidimos venderlo todo y construir algo desde cero. Creamos un hotel con albergue incluido, todo en un mismo edificio, totalmente adaptado a nuestras necesidades, plasmando 30 años de experiencia. 

Diseñamos los dormitorios con capacidades ideales —de 10, 12 o 14 plazas— porque descubrimos que ese número es el adecuado para que los chicos puedan descansar bien. Pedimos también que no hubiera ventanas o balcones, sino una pared completa de cristal que aportase mucha luz natural. Por otra parte, la ventilación es forzada por turbinas, lo que permite renovar todo el aire de una habitación en solo 50 segundos, garantizando así eficiencia y un confort máximo.

Actualmente contamos con una instalación magnífica: cómoda, segura y a solo tres minutos de la playa. Es un entorno ideal para los chicos, para los padres y también para nosotros como equipo.

Actualmente contamos con una instalación magnífica: cómoda, segura y a solo tres minutos de la playa. Es un entorno ideal para los chicos, para los padres y también para nosotros como equipo.

¿Y a qué te dedicas actualmente dentro del campamento? ¿Sueles dar clases o estás más en tareas de coordinación?

Cuando me preguntan a qué me dedico, siempre respondo lo mismo: soy profesor de vela. Es cierto que puedo ejercer de director de hotel o de empresa, y que tengo formación y experiencia para hacerlo, pero  mi vocación y lo que realmente me motiva es estar en la playa con mis alumnos. Eso es lo que me gusta y lo que intento hacer cada día.

Por supuesto, hago todas las labores porque en la playa tenemos más de 15 roles diferentes y especializados: desde motonáutica, patronaje o marinería, hasta seguridad. En cada deporte también hay niveles de especialización, y yo, por suerte, puedo desenvolverme en todos ellos. Así que estoy constantemente en movimiento, supervisando, participando, viendo cómo se desarrollan las actividades y asegurándome de que todo funcione con la calidad que queremos ofrecer.

En el campamento ofrecéis una variedad increíble de deportes náuticos: windsurf, kitesurf… ¿Cómo se diseñan estas actividades y cuáles son las favoritas de los campistas?

Bueno, lo primero es que todas las actividades están pensadas para que desde el primer día los chavales puedan iniciarse en el deporte de forma sencilla y, sobre todo, divirtiéndose. Claro, tú coges a un niño de dos años, lo agarras por las axilas y le dices que le dé una patada a un balón, y lo hace. Y ya parece futbolista. Pero el windsurf es muy difícil. El kitesurf es un poco más fácil, pero también tiene su complejidad.

Justamente por eso, cuando un niño consigue avanzar unos metros solo con el viento y su tabla, se siente desplazado, empujado, y empieza a evolucionar… es una sensación increíble. Desde el primer momento ya lo notas. Y al día siguiente ya quiere girar, y luego volver, y luego hacer traveses, largos, ceñidas… todo eso se convierte en un reto constante que les engancha.

Ahora bien, eso solo es posible gracias al material. Y eso muchas veces no se dice, pero es clave. Nosotros trabajamos con material de primer nivel. Las tablas que usamos, por ejemplo, son Starboard, que son número uno en estabilidad, precisión y comodidad. Y las velas, los aparejos… puede parecer que son todos iguales, pero no lo son. No es lo mismo un mástil de fibra de 5 cm de diámetro que uno de carbono ultraligero. La diferencia de peso es brutal. Con nuestros equipos, levantar una vela puede suponer 5 kg. Con otros, puedes estar levantando 25 kg. Y claro, eso marca la diferencia en el esfuerzo, en la fatiga y en el gusto por el deporte.

En kitesurf, lo mismo. Tenemos velas adaptadas a cada peso, que se relanzan desde el agua con un solo dedo, literalmente. Tirando de un pequeño cabito, la vela vuelve a volar. Es como tirar de una cuchara de sopa y que eso salga volando otra vez.

Y en vela, también lo tenemos muy estructurado. Contamos con tres tipos de embarcaciones por parejas para hacer match race, que es competición barco contra barco, en igualdad de condiciones. Empezamos con la Gamba, que es el barco más seguro, muy estable, que no vuelca y no se ve afectado por las condiciones. Después pasamos al Bita, que ya es más ágil, pero más sensible al viento. Y por último el Ludic, que es un barco muy deportivo: muy ligero, con mucha vela, y popa abierta. Eso quiere decir que si entra una ola, sale enseguida. Es rapidísimo, muy nervioso y muy dinámico. Y así vas evolucionando según tu nivel.

La gracia del match race es que como todos llevan el mismo barco, el monitor puede decir: “Mira, tu barco gemelo va más rápido, algo está haciendo mejor”. Y ahí, gracias a la competición y el pique, entra todo el aprendizaje técnico: “pon el barco plano”, “tensa más la vela”, “mira las lanillas”… Es donde empieza la parte más técnica, y donde los chavales se enganchan de verdad.

En todas las disciplinas aplicamos la misma idea. En paddle surf, por ejemplo, tenemos tablas de iniciación y también tablas de carbono, de competición. Y los instructores, igual: tenemos gente que ha ganado el Campeonato del Circuito Mediterráneo. Así que, con buen material, buenos profesores y un enfoque progresivo, conseguimos que se lo pasen genial y además aprendan de verdad.

Y para ti, ¿qué es lo que hace que Oliva Surf sea tan único?

Mira, en 2001 yo era presidente de Turismo Activo España, un holding de empresas del sector. En esa época audité muchas de las empresas que eran socias mías, y también otras externas. Eso me sirvió para ver con claridad dónde poner el acento, qué mejorar en cada espacio, cómo aportar emoción y calidad a la experiencia de los alumnos.

Hoy por hoy, el éxito de Oliva Surf es el conjunto. Es todo. Empieza con una instalación cómoda y segura, que para los padres es clave —y para los chavales también, y para mí, que duermo tranquilo sabiendo que todo está bien. Tenemos una ubicación privilegiada: estamos a tres o cuatro minutos andando de una playa salvaje y natural, una de las pocas que quedan así en la Comunidad Valenciana, y según muchas guías turísticas, una de las más bonitas de España.

Esa playa tiene un gradiente muy bueno —es decir, puedes andar mucho dentro del agua sin que te cubra— y eso da mucha seguridad. El mar es perfecto, y cuando llegas a la playa tienes nuestra escuela de vela con sombras, con duchas, con agua potable, todo lo necesario para descansar, disfrutar o hacer deporte con comodidad.

Y luego ya en el agua… entras con los mejores materiales, los mejores profesionales, y un sistema de seguridad muy cuidado. Y ojo, quiero decir algo importante: cualquier escuela de vela homologada en España es segura, no solo la nuestra. La seguridad en nuestro sector está muy bien regulada. Todos los deportes tienen cierto riesgo. Si te quedas en casa viendo la tele, no hay problema. Pero en cuanto sales, ya hay riesgo. Coges la bici, por ejemplo, y es un deporte de riesgo, mucho más que la vela. Y esto me gusta dejarlo claro. Sí, en vela te puedes caer, puedes darte un golpe, claro. Pero son golpes sin consecuencias graves. Las lesiones serias son mínimas. De hecho, hay muchas más lesiones en deportes como el fútbol playa o el vóley playa, que todos vemos como algo inocente y normal para los chavales. En cambio, en vela, los accidentes son rarísimos y leves. Si tuviéramos que medirlo: en una escala del 1 al 100, la bici sería un 100, el fútbol playa un 10 y la vela un 2 o un 3. Es decir, es un entorno seguro, fácil y muy divertido.

Y además, en nuestro caso, tenemos lo mejor de ambos mundos. Porque tenemos una escuela de vela dentro del club náutico —en el hormigón— y otra escuela en la playa, en la arena. La playa tiene magia. Salir desde la arena, con el sol, mojarte, navegar… eso tiene un encanto especial que no tiene el club náutico. Nosotros ofrecemos ambas experiencias, pero todo el mundo prefiere la de playa, porque es más natural, más bonita, y sobre todo más divertida.

Efectivamente. Además de todas las actividades náuticas que hacéis durante el día, también organizáis actividades lúdicas y veladas nocturnas, ¿no? ¿Cómo gestionáis esta parte del campamento?

Mira, en el campamento tenemos dos grupos claramente diferenciados: los grandes y los pequeños, así dicho fácil. Están separados porque, claro, las inquietudes, las conversaciones, los intereses… no tienen nada que ver de unas edades a otras. Por eso hacemos prácticamente dos campamentos dentro del mismo: uno para los más pequeños y otro para los más mayores. Se ven, sí, por ejemplo en las comidas, que comemos todos juntos. Pero luego, para las actividades, para las veladas, en la playa… todo está completamente diferenciado.

Las veladas, claro que las tenemos, y tanto para los mayores como para los pequeños. Hacemos veladas en la playa que son mágicas, preciosas. Imagínate, estás allí con una iluminación tenue, con velas, luces suaves… hacemos juegos, bailes, actividades tranquilas y bonitas. Es una pasada. Esa actividad, por ejemplo, un día la hacen los pequeños, otro día los mayores, o incluso varias veces a lo largo del campamento. La playa nos da muchísimo juego para las veladas nocturnas, y la aprovechamos al máximo.

Luego, claro, tenemos muchos más juegos y actividades en el jardín y dentro de nuestras instalaciones. Piensa que tenemos 5.000 metros cuadrados dedicados solo a ellos, así que nos da para montar veladas muy chulas, con muchísima creatividad. Desde juegos por equipos, hasta la famosa noche del terror, que es terrible… en el buen sentido.Y por supuesto, no faltan las olimpiadas del campamento. Eso hay que verlo para creerlo. La verdad es que es una experiencia muy especial. Y lo más bonito es que los monitores no solo participan, ¡es que son los primeros gansos en disfrutar! Ellos son los que diseñan, organizan, se disfrazan, se implican a tope… y eso se nota. Se contagia. Así que sí, las veladas y las actividades lúdicas son parte esencial del campamento y se viven con muchísima intensidad y cariño.

Y mirando un poco hacia el futuro… ¿Cómo te imaginas Oliva Surf dentro de cinco o diez años?

Oliva Surf está en constante evolución. No nos quedamos quietos. Cada año introducimos nuevas actividades, nuevos deportes, nuevas formas de jugar y aprender. Nos hemos convertido en un referente a nivel nacional en cuanto a tendencias y soluciones innovadoras.

Archery Tag

Por ejemplo, en su día introdujimos el Archery Tag, que es como el paintball pero con arco y flechas —eso sí, con puntas de goma y todas las protecciones necesarias. Fue encantador. Es un deporte de precisión, de estrategia, y los chavales lo disfrutaron muchísimo y eso que se hace en el jardín del hotel. 

Luego entramos en el mundo del foil, que para mí es el futuro de la vela. Hicimos una inversión de 50.000 euros —desde el punto de vista empresarial, un desastre, porque no la vamos a amortizar jamás—, pero como experiencia, ha sido espectacular. Ya se tiende a quitar lastre a las embarcaciones y dotarlas, literalmente, de alas bajo el agua. Estas alas, al avanzar, generan una presión que eleva la embarcación, reduciendo el rozamiento con el agua. Ganas velocidad, necesitas menos vela… y es pura tecnología aplicada al mar. Claro, eso puedes aplicarlo al windsurf, kitesurf pero también se entrena con el e-foil. 

Y luego está el e-foil, unas tablas con motor que se controlan con un mando bluetooth en la mano. Empiezas a volar, literalmente. Es muy adictivo, y sirve tanto como entrenamiento para otras disciplinas como para disfrutarlo por sí solo. Las escuelas de vela nos preguntaron: “¿Funciona?” Sí. “¿Desde el punto de vista comercial?” No. Nadie más ha seguido con ello, pero nosotros lo tenemos y seguimos apostando por esta experiencia.

E-Foil

También incorporamos un parque acuático, que es una forma de diversión increíble, única. Y no nos olvidemos de la motonáutica: tenemos todos los arrastrables, desde la clásica banana hasta el sofá, que es divertidísimo. El sofá, a diferencia de la banana, no te tira al agua porque la fuerza centrífuga te pega contra el respaldo. Es una experiencia brutal, especialmente en giros cerrados, donde vas derrapando todo el tiempo.

Y seguimos sumando disciplinas, como por ejemplo el esquí náutico. Actualmente, ofrecemos 12 disciplinas integradas en un entorno natural único. Para nosotros, un verdadero campamento náutico debe incluir al menos seis u ocho actividades bien estructuradas, con calidad y seguridad. Hoy por hoy, somos la única escuela en España que ofrece tantas actividades náuticas distintas, todas integradas en un entorno natural y salvaje. Eso no lo tiene nadie.

Y esa es la magia de Oliva Surf: estamos siempre en movimiento, sumando experiencias, con una propuesta genuina que no encontrarás en ningún otro lugar de España. Y eso es lo que queremos seguir haciendo en los próximos cinco, diez o veinte años.

Quería preguntarte por la colaboración con nosotros, con Juvigo. ¿Cómo ha sido para Oliva Surf?

Mira, sois una empresa joven, dinámica, con una mentalidad abierta y muy bien preparados para este trabajo. Me encanta la energía que transmitís: sois encantadores y tenéis una capacidad de comunicación fluida, directa y muy profesional.

Sé que Oliva Surf fue la primera escuela con la que trabajasteis en España, y para vosotros somos un referente. Pero lo cierto es que vosotros también lo sois para nosotros. Habéis empezado desde cero y os habéis posicionado muy bien, especialmente en Google, lo cual valoro mucho.  Veía desde el principio una empresa humana y comprometida, pero también muy sólida desde el punto de vista digital. Y eso tiene muchísimo mérito. Si me preguntas, igual que tú me preguntaste cómo veo a Oliva Surf en cinco años, yo te digo que veo a Juvigo como la empresa referente en campamentos no solo en España, sino en toda Europa. Y creo que ya estáis empezando a serlo. Os auguro un futuro brillante.

Para terminar con un toque más personal… ¿Podrías compartirnos alguna anécdota especial o un momento que recuerdes con especial cariño del campamento?

Claro que sí. Podría contarte muchas anécdotas bonitas… y también alguna dura. Y voy a compartir precisamente una de estas últimas, porque habla mucho de lo que es Oliva Surf.

Tuvimos una alumna que empezó a encontrarse mal durante los primeros días del campamento. La llevamos rápidamente al médico y le diagnosticaron una apendicitis. No había tiempo que perder, la operaron de inmediato. Imagínate el susto. Llamamos a la madre, por supuesto, y cuando llegó, la niña ya estaba operada.

Lo increíble fue que, a pesar de todo, la niña no se quería ir. Era un campamento de 15 días —que por cierto es la duración que siempre recomiendo— y aunque solo llevaba tres días, se lo estaba pasando tan bien que no quiso marcharse. Y se quedó.

Durante un tiempo no pudo meterse en el agua, claro, pero participaba en las veladas, en los talleres, en todo lo que podía. Y al final terminó disfrutando del campamento completo. Fue muy emocionante, tanto para la niña como para su madre, que agradecieron mucho todo el esfuerzo que hicimos por adaptarnos a ella.

Y eso es precisamente lo que intentamos hacer siempre: adaptarnos a cada niño. No somos un campamento masivo —tenemos poco más de 100 chavales por turno— y eso nos permite hacer un seguimiento diario, muy cercano. Cada día registramos 20 ítems por alumno: si ha comido bien, si ha ido al baño, si se ha relacionado, cómo está emocionalmente… Todo. Y cuando un padre nos llama para preguntar, podemos dar respuestas concretas.

Somos conscientes de que no somos el campamento más barato, pero sí apostamos por la calidad. Oliva Surf es un campamento exclusivo, con un enfoque muy cuidado. Llevamos en esto desde 1993, y eso se nota.

Lo más bonito de todo es que nacimos de la vela, del deporte, no al revés. No empezamos teniendo un hotel y luego añadiendo actividades, como ocurre muchas veces. Nosotros venimos del mar, y con los años fuimos construyendo nuestras instalaciones en función de las necesidades de nuestros campistas. Es el segundo alojamiento que diseñamos, completamente adaptado a nuestra experiencia.

Todo esto hace que, para mí, Oliva Surf sea un lugar mágico. He auditado muchísimas empresas desde el año 2000 hasta ahora, y pocas veces he sentido lo que siento aquí. No lo digo solo como profesional, sino también desde lo personal. Oliva Surf tiene algo especial.



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